Las claves de la transformación.
Avanzar sostenidamente en la transformación efectiva y eficiente de la sociedad; tal es el propósito revolucionario en la sociedad, que a la vez cumple con las leyes de la evolución de la especie humana. Avance sostenido significa que el movimiento de la sociedad crea nuevas realidades hacia metas superiores que se traducen en mayor bienestar social colectivo y que tal creación se hace sobre los aspectos de la realidad pasada y presente que tienen potencialidad para producir ese mayor bienestar. Pero al mismo tiempo, esa creación al no cerrarse, ni congelar las relaciones sociales, genera de inmediato una cadena de nuevas creaciones.
Esta visión de la transformación es la que se ha conocido o identifica con el nombre de revolución permanente superando la noción que se hace un cambio en un acto y ya. Cuando decimos la transformación efectiva nos referimos a que la transformación no sólo se formule, anuncie e inicie, sino que se realice y alcance su culminación superándose de ese modo las contradicciones generadores del malestar y de la crisis social. Tal efectividad es la que supera el síndrome del gatopardo, que es el cambio aparente, el cambio de lo superfluo confundiéndose el deseo, el anuncio y el inicio con la realización, anulándose así a las fuerzas y la energía revolucionarias. Cuando decimos transformación eficiente nos referimos a que la trasformación se haga acorde a los recursos y posibilidades disponibles objetiva y subjetivamente en un tiempo determinado.
Tales elementos, que dan cuerpo y definen la acción revolucionaria, así como a la validez de un proyecto político y social de transformación, surgen del diagnóstico que se haga de la sociedad concreta y de la coyuntura histórica, permitiéndonos evaluar los resultados del ejercicio de los instrumentos de poder.
Urge una evaluación de estos años de revolución
Los revolucionarios socialistas, es decir, los que consideramos que es necesaria una transformación socialista de la sociedad capitalista para superar las causas de los desequilibrios económicos, los males sociales y las limitaciones políticas y culturales, debemos hacer un análisis del proceso en curso durante los mandatos del presidente Chávez, más allá del inmediatismo, de la publicidad y de las carreras electorales. Ese examen nos permitirá identificar los errores y aciertos (tácticos y estratégicos), tanto del proyecto, como de sus planes y de la ejecución llevada a cabo. Nos permitirá conocer los elementos específicos para efectuar los ajustes al proyecto teórico-político, (de ser necesarios), las variaciones de políticas, de líneas de acción o directrices, y también los cambios de los equipos humanos que han desempeñado las principales responsabilidades en cada caso a escala nacional, regional o local, con el establecimiento de las sanciones para las faltas cometidas.
Sólo así podemos determinar el rumbo de esta revolución para alcanzar su avance sostenido con eficacia y eficiencia y dar el ejemplo al que estanos obligados históricamente.
No se pueden negar las fallas.
Hay demasiados síntomas de ineficacia e ineficiencia que revelan la debilidad o desacierto de muchas políticas y acciones del gobierno, incluso el evidente fracaso de algunas. Ya se ha hecho inocultable la seria deficiencia en el funcionamiento de las instituciones del Estado (Poder judicial, legislativo y ciudadano); la insatisfacción de amplios sectores de la sociedad es vox populi. Negarlo es como abofetear la inteligencia. Sería gravísimo que se aplicara, una vez más, la conducta del avestruz (esconder la cabeza en un hueco creyendo que por cerrar los ojos, los demás no verán).
Existe un desencanto creciente que ha podido frenarse apelando a una intensa política asistencial que distribuye importantes porciones de la renta petrolera y a un hábil manejo mediático de la opinión, pero las fallas en las políticas estructurales se manifiestan con fuerza amenazando gravemente la conexión de la esperanza del pueblo y de los trabajadores con el proyecto socialista.
La publicidad, la implementación de medidas de impacto efímero (no efectivas, sino efectistas) y las maniobras de evasión o distracción, no dan solución a los problemas, sólo retardan su aparición al costo de agravarlo y de la utilización de recursos y esfuerzos muy valiosos.
Líneas para superar el desgaste y corregir
La única vía para recuperar realmente esa conexión tiene, en nuestra opinión, al menos, tres vertientes fundamentales:
1) Comienza por el impulso del debate público y privado de las posiciones, el ejercicio de la crítica y la autocrítica (lo volvemos a decir), el conocimiento y el reconocimiento de los errores, medio exclusivo para corregirlos y avanzar. Esto implica NO PERSEGUIR LA DISIDENCIA NI LAS CORRIENTES INTERNAS. Alentar que se expongan las posiciones con la mayor franqueza posible exigiendo que las mismas tengan fundamento y dando certeza de que los acuerdos serán respetados y puestos en práctica. Esto es la aplicación rigurosa y sistemática de las famosas y, al parecer, olvidadas TRES R.
2) Fortalecer las relaciones con el conjunto de los revolucionarios, sectores progresistas, antiimperialistas y socialistas que no están dentro del PSUV. La alianza política y social con estos sectores, en torno a un programa de acción y a su ejecutoria práctica, es indispensable para que el gobierno pueda acertar en el ejercicio de sus funciones y para evitar que se produzca una crisis institucional que parece estar en camino. Esto implica el reconocimiento de la legitimidad de posiciones diversas dentro del campo de la transformación y en torno a los múltiples intereses de la revolución, basados en el marco constitucional y el impulso del socialismo.
3) Reafirmar como objetivo central del gobierno producir resultados concretos en torno a las principales áreas de la gestión pública y con base a la legalidad. Esto implica alcanzar mayor coherencia entre lo que dice y propone y lo que hace y desechar la arbitrariedad. Sin generar expectativas que no se pueden materializar y que elevan el record de ineficacia de la acción gubernamental y sin atropellar los derechos de la población que incrementan la sensación de desencanto de la gente y desvirtúan los principios revolucionarios.
De lo contrario el objetivo revolucionario se hunde en un mediocre, burocrático y corrupto ejercicio del gobierno y demás funciones públicas; en una suerte de triste y ridículo sainete, cuyo final es la cruel reafirmación de la dominación capitalista.
Publicado el 28 de Mayo del 2010, en Argenpress.-
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