Por Héctor Miranda.
Puerto Príncipe, 19 may (PL) El escultor François Sanon es una referencia del arte haitiano y sus piezas en madera recorren hoy medio mundo, mientras él apenas ha salido de su taller en la carretera de Petionville a Kenscoff.
Sanon, de 72 años de edad, trabajó la tierra con su familia, en Geremi (Sur) hasta cumplir los 16 y entonces se mudó a Puerto Príncipe en busca de un empleo ajeno a las duras faenas del campo, sin imaginar que alguna vez sus manos moldearían de manera exquisita la madera.
En declaraciones exclusivas a Prensa Latina, Sanon recordó sus inicios en el taller de un señor llamado Decambie Combé, quien contaba con muchos obreros-aprendices, los cuales intentaban abrirse paso en la escultura con madera.
Fueron tiempos definitorios en mi vida, porque con él aprendí mucho, sobre todo porque fui muy dedicado, presté mucha atención. Tenía la costumbre de trabajar con mi jefe y a él le gustaba enseñarme, porque yo era dócil para el aprendizaje, recuerda el artista.
Unos años después abrí un pequeño taller y exponía en una galería en Petionville. Llegaban los turistas, compraban mis obras y comencé a vivir del arte, sin creerme aún un artista, advierte.
Muchos años después, hay quienes aseguran que nadie trabaja la madera como él en todo el país y aunque sólo ha expuesto en varias ciudades de Estados Unidos, sus obras llegan hasta Europa o Suramérica, en las manos de coleccionistas o revendedores.
Acá tengo mis raíces, me gusta mi trabajo y la vida aquí. Y sí, me gustaría exponer en otros lugares, visitar Cuba o Venezuela, países que han ayudado mucho a Haití en los últimos años, asegura.
Pero si no voy a Europa nunca, no importa. Acá han venido compradores y han cargado con colecciones mías y las han expuesto por allá, dice con la tranquilidad de quien sabe que hace lo correcto.
Sanon ríe a carcajadas ante la pregunta de cuántas obras ha realizado en su vida y asegura que no sabe.
Ni lo recuerdo ni me interesa mucho. Una vez llegó un extranjero, ahora no me viene a la mente el país, y se lo llevó todo. Tuve que cerrar la galería y comenzar de cero, volver a las jornadas intensas de trabajo.
Para el artista, eso es sólo una idea de que he trabajado mucho, porque al poco tiempo esto se volvió a llenar. Tal vez no sea lo ideal, pero no cuento nunca lo que hago, ni tengo un catálogo ni nada de eso.
El maestro, como le dicen los aprendices del taller, puede trabajar muchas obras a la vez: dos, tres cuatro. Cuando empiezo muchas obras, las puedo dejar, porque estoy mirando algo profundo, algo que nadie ve. Por eso puedo irme a otra y volver, porque cada una es una obra diferente, cada una es un mundo diferente para mí.
De todas las maderas, prefiero la caoba y nunca trabajo metales ni piedras. No me gusta mezclar mi trabajo. Me gusta la pintura, he hecho algunas cosas, pero no quiero dejar la madera, porque me apasiona sentir su olor, su textura, me es muy cómodo domesticarla, sacar lo que quiero de ella, aclara.
Sanon admira la naturaleza y siente una pasión desmedida por ella y no sólo porque le entrega la materia prima para su trabajo, sino porque se siente parte de un mundo impresionante, que disfruta cada día más.
En tanto, asegura que los gestos, los senos y los traseros, elementos reiterativos en la mayoría de su obra, son un elemento típico en Haití.
Basta con salir al campo, a los ríos y ver a las personas, las mujeres sobre todo, lavando en las orillas, desnudas, mostrando sus cuerpos voluptuosos. Son cosas de admirar de mi país.
El destacado artista, cuyas manos tienen tantos callos como cuando era un campesino más, reconoce que Haití atraviesa un momento duro y que el sismo golpeó, entre otras cosas, al movimiento artístico, pero tiene confianza en que todo se recuperará.
Talento hay y a veces creo que más de lo normal, porque caminas por ahí y ves la obra de muchos pintores, de gente que, a veces pinta para vivir, pero eso también es parte del arte: darle de comer a las personas, apuntó.
El arte haitiano tiene una amplia raíz popular, según Sanon, quien pretende que lo recuerden como un hijo orgulloso de su país de su origen, como alguien que se entregó a una profesión y sólo trató siempre de hacerlo todo bien, aunque a veces sin conseguirlo.
Publicado el 19 de Mayo del 2010, en Prensa Latina.-
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