29 de mayo de 2010

Flora Apícola


Por Pablo Morales

Polinización es la transferencia de los granos de polen de los anteros (parte masculina) para el estigma (parte femenina) de las flores, posibilitando la fecundación de la flor y posterior desarrollo futuro. Para comprender mejor la interacción planta-abeja, es necesario conocer las partes y funciones de la flor.

En una flor típica, encontramos piezas que reciben los nombres de cáliz, corola, nectario, ginocele y androcele (estambres).

Cáliz, formado por sépalos, es la parte de la flor normalmente verde. Constituye la base de la flor. La corola es formada por pétalos, que son coloreados.

Esas dos partes de la flor, el cáliz y la corola, tienen función atractiva y ornamental de gran importancia para atraer las abejas.

El nectario secreta un liquido azucarado llamado néctar. Las abejas colectan el néctar, lo deshidratan en la colmena y lo transforman en miel.

Androcele es el órgano masculino de la flor, compuesto por los estambres que son formados por los estambres y las anteras. En las anteras son producidos los granos de polen que las abejas colectan para su alimentación, como principal fuente proteica.

El ginocele es el órgano femenino de la flor, compuesto por los pistilos, que son formados por el estigma, estilo y el ovario. En el interior del ovario están los óvulos, de los cuales se originarán las semillas.
Existen dos tipos de polinización: la autopolinización y la polinización cruzada.

La autopolinización es la transferencia de los granos de polen desde el antero de una flor para el estigma de la misma flor o de otra flor de la misma planta. En este último caso, la autopolinización también es llamada de polinización directa o autogamia.

La polinización cruzada es la transferencia de los granos de polen desde la antera de una flor para el estigma de otra flor de la misma especie, pero de plantas separadas. En este caso la polinización cruzada puede ser llamada también como alogamia. En la naturaleza, ese tipo de polinización es el más ventajoso ya que posibilita la formación de nuevas combinaciones genéticas que favorece la formación de semillas, originando nuevas plantas, mas vigorosas y productivas. Para que esto ocurra, las plantas desarrollan algunos mecanismos de defensa, como por ejemplo:

Monoecia, cuando la planta tiene flores unisexuales sobre el mismo individuo.

Dioecia, cuando la planta tiene flores unisexuales sobre individuos diferentes: en la protandria el órgano masculino madura primero y en la protoginia ocurre lo contrario.

Dicogamia, cuando los órganos sexuales de una misma planta maduran en tiempos diferentes: en la protandria el órgano masculino madura primero y en la protoginia ocurre lo contrario.

Heterostila, cuando los elementos de las flores, los estambres y los pistilos tienen dimensiones diferentes.

Auto-esterilidad, cuando la flor es polinizada por su propio polen, pero no es fecundada.

Delante de algunos mecanismos de defensa que las plantas poseen para evitar la autopolinización, existen varios agentes polinizadores que favorecen la polinización cruzada, con el viento, los animales, el agua y los insectos.

Entre todos, los insectos son los más importantes, principalmente las abejas, que desarrollaron en su evolución mecanismos apropiados para volverse excelentes polinizadores, como pelos en todo el cuerpo, que favorecen el transporte de los granos de polen y su eficiente sistema de comunicación que permite a una abeja campera indicar rápidamente a todas las otras abejas la localización de una floración.

Las plantas por su vez, para garantizar la perpetuación de la especie, también desarrollaron mecanismos de atracción a las abejas, como:

Colores: Las abejas diferencian bien el color amarillo, verde, azul y violeta y son atraídas por esos colores.

Aroma: Las abejas son muy sensibles al olor y fácilmente entrenadas a visitar flores con olores específicos. Se acostumbra aconsejar a los apicultores a macerar algunas flores de grandes plantaciones y mezclarla con jarabe, que será ofrecido a las abejas en alimentadores propios, con el objetivo de entrenarlas a asociar aquel olor a una determinada fuente de alimento.

Forma: la forma de la flor ayuda a destacarla en el follaje y también favorece la aproximación de la abeja.

Néctar: es el mayor atractivo de la abeja. Se localiza en los nectarios, que pueden ser florales y extraflorales. Estos son encontrados en el tallo, hoja, pecíolos, etc. y aquellos en el interior de la flor, dentro de la corola, en la base del ovario, para atraer las abejas y facilitar la polinización de las flores. La secreción del néctar dentro de la flor se inicia en la hora de abertura de la flor y cesa luego de la fertilización.

A continuación adjuntamos solo algunos ejemplos de flora apícola disponible:









Publicado el 27 de Mayo del 2010, en La Guía 2000.-

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